miércoles, 12 de octubre de 2011

SEGUNDA PARTE

Capitulo I
 
       En la Guipuzcoana una casa de huéspedes española, se encontraban Ripoll un ingeniero que pretendía vender al gobierno mexicano un submarino de su invención, Don Praxedes Luro un cura carlista que esperaba que el obispo le asignara una parroquia. Feliciano Surdo dizque minero arruinado, de quien se decía ser el amante de la dueña de la casa, Izquierdo agiotista, Abascal dependiente de la Covadonga y Gallegos un cómico, todos ellos bajo la regencia de la dueña Doña Nicacia Azpeitia de Flores, viuda de un militar, cuando llegó el Jarameño acompañado de Santa la  presento como la mujer de su alma, todos se asombraron de su belleza y los aceptaron inmediatamente instalando allí su nido de amor.
       Se acercaba el domingo y Santa sentía que el Jarameño ya no la quería, pero lo que pasaba es que el Jarameño era torero y cada vez que se acercaba el Domingo y le tocaba torear sentía una gran preocupación porque decía que en ese arte el torero entra al ruedo y no se sabe si es por última vez, cuando llegó el Domingo el Jarameño se preparó para irse a su corrida dejando a Santa en la casa, cuando apenas se alejaba se presento Jenaro, el lazarillo de Hipólito, fue a verla para saber como estaba por mandato de su amo y le pidió a Santa que fuera discreta cuando volviera a ver a Hipólito, después de que Jenaro se marchó Santa se sentó a reflexionar sobre la vida que llevaba y se dio cuenta de que la vida que llevaba le aburría, extrañaba el burdel, la fiesta, a los hombres que la halagaban, que probablemente su perdición ya no tenía remedio, pero la atemorizaba las constantes amenazas del Jarameño de matarla si lo dejaba de querer.
       Un Domingo el Jarameño se fue a su corrida, pero fue suspendida y se regreso a la casa, cuando llego encontró a Santa en la cama con Ripoll que salió inmediatamente de la recámara, Santa se quedo con el Jarameño pensando que seria su último día de vida, se arrodillo frente a la Virgen de los Remedio donde el Jarameño se postraba antes de salir a sus corridas, el Jarameño no pudo hacerle nada, solo la corrió diciéndole que la Virgen le había salvado la vida.

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