Hipólito lleva
a Santa a su casa con la ayuda de Jenaro quien les trajo algo de cenar y
después se fue, Santa dijo a Hipólito que ella lo quería, pero no lo había aceptado
era porque ella se daba cuenta de que él era demasiado hombre para lo que ella
podía merecer, Santa se dispuso a entregarle su cuerpo a Hipólito, pero los
dolores regresaron e Hipólito solo la abrazó, le beso la frente y contuvo sus
deseos para no agrandar el dolor de su amada.
Fue aquella noche la
más casta que tuvo Santa, purificada por el dolor, ninguno de los dormía y se
sentían bien cubiertos los dos con la misma sábana. Antes de la siete de la
mañana Jenaro había cubierto el cuarto de flores y cuando Santa despertó
aprisiono a Hipólito en sus brazos y lo besó, empezaron una vida de ensueño
donde habían resucitado, Hipólito llevó a Santa con un medico al ver que los
dolores eran cada vez más intensos, éste le diagnostico cáncer, dijo que podían
hacerle una operación para poder prolongarle un poco más la vida, Hipólito
acepto que se la hicieran, él pagaría lo que fuera y así fue, la intervinieron,
pero cuando estaban apunto de terminar la operación Santa murió.
Santa había
hecho que Hipólito le prometiera que la llevaría a enterrar a su pueblo
Chimalistac cerca de su madre y así que a Hipólito no le quedó otro remedio que
cumplir su promesa, poniéndole en su lápida solamente su nombre “SANTA” sin
ninguna otra palabra.
Después de varios
meses de su muerte, un día Hipólito que ya no tenía nada que darle a Santa ya
que hasta las lágrimas se le habían acabado, salió de sus labios esta oración
siendo la primera vez que se le daba, transfigurado su rostro volteo al cielo
diciendo:
Santa María, Madre de
Dios
(El resto de la
oración subió a perderse en la gloria firmamental de la tarde moribunda)
Ruega, Señora, por
nosotros los pecadores...
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