lunes, 19 de septiembre de 2011

Las Persianas


Marcelo el protagonista, como todas las noches llegó a su apartamento y se fue despojándose de   lo que llevaba acomodándolo en su mesita; se sentía un tufo espeso, así  puso en marcha el acondicionador de aire, se puso cómodo, abrió la ventana y miro hacia el otro bloque del edificio, entre ambos bloques sumaban 64 apartamentos, se percato de que le costaba bastante cerrar las persianas “Voy a tener que cambiarle la falleba”.
Con sus vecinos conversaba poco, solo 5 minutos cuando eran sus juntas y eso para lamentarse de deterioros.
Enfrente de su apartamento coincidía una mujer solo, ya madura, pero todavía de buen ver, la “Señora Galván”, esporádicamente se habían saludado solo a través de sus ventanas al abrir o cerrar sus persianas con un ligero movimiento de cabeza, la de él semicalva, la de ella pelirroja.
Marcelo enciende el televisor y paso uno a uno los canales, anuncios, entrevistas… nada importante, luego en un próximo canal teleteatro, le fastidia, es el mismo rol, no se quieren, se gustan luego, se enamoran y se soluciona todo, así que mejor, le quita el sonido y luego juega a poner parlamentos en los labios de los actores pero no resulta.
Se fastidia, apaga el televisor, se desviste, se baña en silencio, regresa desnudo secándose aun con la toalla a cuadros.
Se observa en el espejo y se decepciona nuevamente de su panza y como ha hecho de todo para ponerla en forma y no resulta, decide romper su dieta pues apenas si disminuyó 3cm en 5 meses, los mas miserables de sus 39 años de vida y se convence de que al día siguiente almorzara bien, eso es cobarde pero estimulante.
Se chaca su cuerpo detenidamente, hace ejercicios respiratorios, los deja de hacer pues no quiere sudar, piensa en ponerse la pijama pero desiste pues hace mucho calor, pone el radio, se escucha un tango y baila así desnudo ¡Que desastre!
Inician las noticias, se recuesta, lee y prefiere aprontar el despertador y trata de dormir, llega de pronto un calambre, maldice y se levanta en un solo pié encendiendo la luz, siendo toda una situación ridícula, se masajea hasta apaciguarse. Se acuesta nuevamente durmiéndose enseguida y sueña con su antigua novia de provincia.
Al otro día no es el despertador lo que lo despierta, sino la luz del día pues las persianas están abiertas  pues se abrieron después de que el las cerró ya que andan fallando y recuerda todas sus acciones antes de dormir, advirtiendo que pudo ser visto por su vecina, entonces se imaginó conversaciones al respecto entre su vecina y sus amigas pensando que ahora como la iba a saludar después de semejante show.
Se dispuso a apurarse en su rutina matinal para no encontrársela en el hall del edificio, pero ¡sorpresa! , la ve, él se voltea esperando a nadie, ella lo ve él suda. Se tranquiliza mas aun cuando ella se acerca y le dice: “Señor, quiero decirle que comprendo perfectamente que usted este asombrado, estupefacto, y hasta que no me mire, y apenas me salude” “¿yo?” balbuceó Marcelo. “Si, usted. Pero no quiero que piense mal de mí. Soy una distraída, lo admito, pero nada mas, ¿sabe? Yo tenia la secreta esperanza de que usted no se hubiera percatado. Pero su actitud es demasiado elocuente, señor. Y aunque usted tiene todo el derecho de pensar que soy una fresca o una mentirosa, le aseguro que anoche yo creí que había cerrado mis persianas.

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