Cada quien puede enmendar sus errores por peores que sean, esta es una de las mejores enseñansas que puede haber en la vida.
Sere franca principalmente no me gusto el libro pero poco a poco fue tomando sentido y se fue haciendo mas interesante de lo que pense.
Muchas gracias x visitar mi blog, ¡¡¡Hasta la Proxima!!! ♥♥♥
martes, 18 de octubre de 2011
Capitulo V
Hipólito lleva
a Santa a su casa con la ayuda de Jenaro quien les trajo algo de cenar y
después se fue, Santa dijo a Hipólito que ella lo quería, pero no lo había aceptado
era porque ella se daba cuenta de que él era demasiado hombre para lo que ella
podía merecer, Santa se dispuso a entregarle su cuerpo a Hipólito, pero los
dolores regresaron e Hipólito solo la abrazó, le beso la frente y contuvo sus
deseos para no agrandar el dolor de su amada.
Fue aquella noche la
más casta que tuvo Santa, purificada por el dolor, ninguno de los dormía y se
sentían bien cubiertos los dos con la misma sábana. Antes de la siete de la
mañana Jenaro había cubierto el cuarto de flores y cuando Santa despertó
aprisiono a Hipólito en sus brazos y lo besó, empezaron una vida de ensueño
donde habían resucitado, Hipólito llevó a Santa con un medico al ver que los
dolores eran cada vez más intensos, éste le diagnostico cáncer, dijo que podían
hacerle una operación para poder prolongarle un poco más la vida, Hipólito
acepto que se la hicieran, él pagaría lo que fuera y así fue, la intervinieron,
pero cuando estaban apunto de terminar la operación Santa murió.
Santa había
hecho que Hipólito le prometiera que la llevaría a enterrar a su pueblo
Chimalistac cerca de su madre y así que a Hipólito no le quedó otro remedio que
cumplir su promesa, poniéndole en su lápida solamente su nombre “SANTA” sin
ninguna otra palabra.
Después de varios
meses de su muerte, un día Hipólito que ya no tenía nada que darle a Santa ya
que hasta las lágrimas se le habían acabado, salió de sus labios esta oración
siendo la primera vez que se le daba, transfigurado su rostro volteo al cielo
diciendo:
Santa María, Madre de
Dios
(El resto de la
oración subió a perderse en la gloria firmamental de la tarde moribunda)
Ruega, Señora, por
nosotros los pecadores...
miércoles, 12 de octubre de 2011
Capitulo IV
Santa lo que menos
quería era volver a la casa de Elvira, así que se fue al burdel de Tosca
competidora y enemiga de Elvira, no la recibió por el estado tan deteriorado en
el que se encontraba, Santa siguió bebiendo hasta perderse, cuando despertó se
encontraba en los brazos de un adolescente de diecisiete años, lo había
conocido un año atrás, él le confesaba su amor cuando a Santa se le vinieron
esos dolores que la mataban, al mismo tiempo deseaba estar con el adolescente,
Santa no comprende cómo es posible que sus deseos se antepongan a su
enfermedad, para esos momentos ya era victima de los delirios del alcoholismo.
Mandó a buscar a
Hipólito quien no duda en ir con ella, cuando llego a lado de Santa le volvió a
pedir que se fuera con él, pero como siempre lo rechazo y en esa vez Hipólito
le dijo que no volvería a insistir con su propuesta, después de dejarla en un
hotel se fue haciendo hincapié que no regresaría.
Santa siguió cayendo
en el abismo hasta que llego a un burdel de los peores, la aceptaron y la
llamaron Loreto, su enfermedad llegó a su grado máximo y con lágrimas implora a
sus alquiladores piedad por los dolores tan intensos que tiene, solo medio mes
permanece en esa casa ya que es echada por la dueña. Santa mando buscar a
Hipólito quien no pudo contener las ganas de ir a verla.
Capitulo III
Se llevaron a todos
los que allí estaban para que rindieran su declaración, cuando esperaban el
abogados de Doña Elvira les decían lo que cada una debía decir ya que según
ellos con que condenaran a Rodolfo el muerto no resucitaría, Santa comentaba
con Hipólito lo que los abogados le habían dicho, a ella no le parecía justo,
entonces Hipólito le dijo que dijera la verdad que no tenía nada que perder ni
nada que ganar porque ella pronto se iría de la casa ya que se acercaba el
sábado día que había prometido al Rubio estar con él.
Todos esperaban su
turno para declarar y cuando llegó el suyo siguió el consejo que le había dado
Hipólito y dijo solo la verdad, al salir precipitadamente Santa tuvo un gran
escalofrío que ya había sentido alguna vez, pero siempre pensó que era
consecuencia de la resaca, sin embargo esta se repitió una y otra vez, así que
después de un rato Hipólito y Doña Elvira la llevaron a la casa, en su
habitación le dio un ataque de tos que cada vez fue más fuerte y prolongado,
cuando se dieron cuenta estaba escupiendo sangre, le dio una pulmonía que por
poco la mata.
Cuando se llega el
Sábado, Santa abandonó el burdel para ir a la casa del Rubio acompañada por
Hipólito quien había sido comisionado por el propio Rubio para acompañarla,
ella esperaba que su vida cambiaría, pero al contrarío, se volvió peor por los
ataques constantes del Rubio entonces se refugio en el alcohol hasta que se
volvió una alcohólica perdida, el Rubio terminó echándola a la calle.
Capitulo ll
Sin titubeos ni vacilaciones Santa regreso al burdel de Doña
Elvira, por el momento todas la recibieron muy bien, pero pronto mostraron su
verdadero sentir ya que no les era grato que Santa fuera la preferida de los
cliente y de la dueña, así que al volver a ver al Rubio aceptó la oferta que le
había hecho antes, al platicarle a Hipólito sus planes la apoyo no sin antes
confesarle el amor que sentía por ella, Santa dijo que él no merecía una mujer
como ella, Hipólito acepto sus razones y no volvió a insistir en eso.
Una noche cuando Santa estaba en compañía de un cliente llamado Rodolfo
otro cliente la saluda, entonces este sacó su pistola y le disparo al otro, la
policía pronto llegó al burdel.
SEGUNDA PARTE
Capitulo I
En la Guipuzcoana una
casa de huéspedes española, se encontraban Ripoll un ingeniero que pretendía
vender al gobierno mexicano un submarino de su invención, Don Praxedes Luro un
cura carlista que esperaba que el obispo le asignara una parroquia. Feliciano
Surdo dizque minero arruinado, de quien se decía ser el amante de la dueña de
la casa, Izquierdo agiotista, Abascal dependiente de la Covadonga y Gallegos un
cómico, todos ellos bajo la regencia de la dueña Doña Nicacia Azpeitia de
Flores, viuda de un militar, cuando llegó el Jarameño acompañado de Santa
la presento como la mujer de su alma, todos se asombraron de su belleza y
los aceptaron inmediatamente instalando allí su nido de amor.
Se acercaba el
domingo y Santa sentía que el Jarameño ya no la quería, pero lo que pasaba es
que el Jarameño era torero y cada vez que se acercaba el Domingo y le tocaba
torear sentía una gran preocupación porque decía que en ese arte el torero
entra al ruedo y no se sabe si es por última vez, cuando llegó el Domingo el
Jarameño se preparó para irse a su corrida dejando a Santa en la casa, cuando
apenas se alejaba se presento Jenaro, el lazarillo de Hipólito, fue a verla
para saber como estaba por mandato de su amo y le pidió a Santa que fuera
discreta cuando volviera a ver a Hipólito, después de que Jenaro se marchó
Santa se sentó a reflexionar sobre la vida que llevaba y se dio cuenta de que
la vida que llevaba le aburría, extrañaba el burdel, la fiesta, a los hombres
que la halagaban, que probablemente su perdición ya no tenía remedio, pero la
atemorizaba las constantes amenazas del Jarameño de matarla si lo dejaba de
querer.
Un Domingo el
Jarameño se fue a su corrida, pero fue suspendida y se regreso a la casa,
cuando llego encontró a Santa en la cama con Ripoll que salió inmediatamente de
la recámara, Santa se quedo con el Jarameño pensando que seria su último día de
vida, se arrodillo frente a la Virgen de los Remedio donde el Jarameño se
postraba antes de salir a sus corridas, el Jarameño no pudo hacerle nada, solo
la corrió diciéndole que la Virgen le había salvado la vida.
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